El hombre se recostó por la noche y en el momento mismo de apoyar su cabeza en la almohada comenzó a recordar el encuentro furtivo de aquella mañana de placer.
Los rubores y sudores. Los espasmos del deleite. Las humedades de la lujuria. El olor de la mujer deseada. Sus miradas lascivas.Su voluntad de complacer.
Las palabras obscenas aún daban vuelta en su cabeza. Los pechos del deseo aún fulguraban en los ojos del hombre. Todo estaba grabado, todo...la explosión final, los alientos entrelazados, el ensamble justo y único. Comprobadamente único.
Sin embrago lo que más había quedado incrustado en su mente con una nitidez de fuego, fue la caricia postrera de los labios y la nariz de la mujer contra su mejilla derecha...
Antes de dormirse aquella noche, el hombre se escuchó asimismo suspirar...