En mi vida anterior fui un león. No muy feroz a mi entender. Tuve mis propias costumbres cazadoras , mis sabores preferidos y mis preferencias culinarias. Pocas veces incurrí en el canibalismo. Una vez sola recuerdo.Fue porque el cachorro de Amanda no me dejaba dormir la siesta.
Me enloquecían la cebras y los antílopes jóvenes . También la jirafa, aunque ésta última, a mí particularmente me resultaba difícil de cazar. Mi rugido era el más potente de la manada . Se oía hasta ocho kilómetros de distancia. Yo rugía para advertir a posibles intrusos o llamar a algún miembro del grupo. Creo haber sido valiente y leal. Por eso siempre me respetaron los lideres de la manada mientras se fueron sucediendo.
Una vez tuve kilombo con un recién ascendido líder, pendejo insolentón, y ahí nomas decidí irme silbando bajito.
Deambulé en soledad durante largos años. No pasé demasiadas hambrunas y hubo un tiempo que ya no me interesó procrear así que pude ser plenamente feliz. O lo que puede ser feliz un solitario león .
Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros, hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere cuando fui león era incapaz de imaginar un mundo sin hombres.
Los vi laboriosos y familiares. De manadas pequeñas. Los vi también guerreros y bravos. Los respeté y fui respetado.
Una vez mientras vagaba por un bosque desconocido se me clavó una espina en mi mano derecha y al encontrar un hombre pastor le supliqué con la mirada que me la extrajera. El hombre, con actitud noble pero con cierto recelo logró sacarme la dolorosa espina. Ambos continuamos nuestros caminos . Yo no lo devoré porque minutos antes ya había comido a otro pastor y a su cría en una aldea cercana y realmente estaba saciado.
Un tiempo después yo caería en desgracia. Otros hombres bravos me cazaron y me confinaron a un anfiteatro. Si bien estábamos esclavizados junto con otros leones viejos, de vez en cuando nos tiraban algún hombre para devorar. Para los humanos que asistían al anfiteatro nuestra merienda constituía un espectáculo mayúsculo.
Un día que los hombres celebraban un final de ciclo , el pastor que me había sacado la espina fue injustamente condenado a ser devorado por las fieras del anfiteatro. Los celadores lo arrojaron eufóricos y la multitud comenzó a enardecerse.
- Este es el hombre que me sacó la espina de la mano! Le dije a mis colegas.
La lealtad del león y su gratitud son reconocidas ampliamente. Hemos sido admirados por nuestra nobleza, valentía y fidelidad. Por eso, mis colegas al escuchar mi súplica se fueron alejando lentamente del pastor desgraciado transformado en presa.Y en un gesto de profunda y honorable renuncia y valor me permitieron que lo devore yo solo. Qué manjar la cabeza por Dios !