Tres o cuatro veces por semana acudía yo al asilo a visitar a mi abuelo y a leerle libros y cartas. No estaba ciego pero ya no podía leer.Mis padres ya no se ocupaban de conseguirle anteojos para la lectura. "No los necesita" me decían, Lo que más me gustaba de mi asistencia era leerle libros y coincidir con la visita de una novia llamada Marta, que lo frecuentaba todos los sábados.Era menos vieja que mi abuelo y mucho más jovial.
La vieja sonreía como una mujer joven y colocaba su mano sobre el brazo de mi abuelo sintiéndose apoyada. Yo disfrutaba de ver cómo él asentía cada intervención de ella, que buscaba de reojo su aplauso. Ella vivía con una hija y dormía en un sillón del living que no abrían hasta que se acostaban hartos de mirar la tele.
--Yo lo que quiero es vivir, respirar--comentaba la vieja--.No estar callada mirando cómo miran el televisor ni pendiente de si la cara de quien me alimenta es mala o buena. Yo quiero reírme a carcajadas antes de que me metan al cajón.
Los viejos estaban realmente enamorados y eso los mantenía lúcidos. Mis padres no le permitían que se casara porque desconfiaban de la mujer. A su vez , la hija de la novia de mi abuelo argumentaba que si se casaban iban a perder las pensiones.
Un verano la vieja se fue con su hija a San Pedro se Colalao, pero le enviaba cartas a mi abuelo, como si lo visitase, una vez por semana.Yo , a pedido de él, se las leía los sábados como si efectivamente se tratara de una visita de la mujer.Sus cartas eran gorjeantes como ella y con mi abuelo nos la imaginábamos gesticular y reir. En marzo mi abuelo recibió una carta con otra letra. Se la leí el sábado siguiente. Firmaba la hija de la vieja y comunicaba que su madre había muerto de repente y había dejado para mi abuelo unos papeles atados con una cinta y una foto , que pronto mandaría por encomienda.El llanto en que rompió mi abuelo. el inmediato desinterés por todo, los sollozos de niño, que traté de calmar como él lo hiciera cuarenta años atrás conmigo, me hicieron cerciorar que el dolor humano tiene infinitas formas, puede llegar a cualquier edad, puede aproximarse sin anuncio previo. Abracé a mi abuelo como si él fuera un niño y yo un viejo. A los pocos días quedó ciego.Al mes,senil.Después ya no era mi abuelo.Lo que queda de él hoy tiene 94 años.
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