miércoles, 2 de enero de 2019

EL VERDADERO ORIGEN DEL CLUB SAN MARTÍN


Los Diaguitas, los Juríes o Tonocotes, los Lules, los Quilmes y los Santos fueron los indígenas que hacia el año 1500 habitaban el suelo tucumano.
1) Los Diaguitas también conocidos como calchaquíes, habitaban el área de las sierras y valles del oeste del actual territorio provincial . Son los que mas se estudian en la escuela primaria.
2) Los Juries o Tonocotés eran de origen amazónico pero en épocas anteriores habían emigrado hacia el noroeste argentino estableciéndose cerca de lo que hoy es la cuenca Tapia-Trancas y también en territorio que hoy forma parte de Santiago del Estero. Este pueblo se caracterizó por tener un estilo sedentario.
Sus habitantes realizaban labores de agricultura caza pesca y también recolección. Estos indios solían sembrar maíz , zapallo y porotos.
Eran por lo general buenos pescadores. Tenían la costumbre de pescar con redes, también a lanzazos , en ocasiones sumergidos en el agua con simplemente una soga en la cintura. Criaban aves domésticas y ñandúes a los que denominaban suris, quizás conservando alguna forma de hablar de su origen amazónico. Recolectaban alimentos como tuna, mistol y raíces silvestres como la yuca.
3) Los Lules eran básicamente cazadores y recolectores y por tanto nómadas, aunque también cultivaron una gran variedad de plantas alimenticias como el maíz para pochoclo, el zapallo, la papa, la quinoa. Fueron reducidos primero  por los jesuitas y luego por los franciscanos. Lo que se dice, de mal en peor.
4) Los Quilmes, de origen Quichua, ocuparon el territorio de la antigua provincia Inca, en la zona de los Valles Calchaquíes. Estos indios se alzaron contra los conquistadores españoles, episodio conocido como “las guerras calchaquíes”. Luego de diversos enfrentamientos, el gobernador de Tucumán, Mercado y Villacorta invadió el valle, reduciendo a los pueblos alzados que, diezmados por el hambre y el aislamiento, fueron desarraigados de sus cerros, repartidos a los españoles y  trasladados a un escenario geográfico totalmente opuesto. De aquellos aborígenes surge el actual equipo de fútbol de la ciudad de Quilmes en la Provincia de Buenos Aires.
5) Por último, los Santos fueron un pueblo aguerrido y  de fuerte carácter. Su temperamento y sus hazañas  gloriosas fueron muy reconocidas por sus pares. Cuando parecía que este pueblo decaía, a último momento volvía  a resurgir desde abajo. 
Se caracterizaron por participar de un juego aborigen quizás tomado de antaño del juego de pelota mesoamericano de aztecas o mayas. Para resolver conflictos o pleitos por tierras o cuestiones comerciales, dos grupos enfrentados de diez u once hombres solían trasladar una bola posiblemente hecha de vejiga de algún camélido u otro animal grande por un campo llano y rectangular de amplias dimensiones. El objetivo de este extraño juego era introducir esa bola en un hueco. Otras veces, en lugar de hueco había una especia de puerta abierta y allí había que introducir la bola. Con el correr de los años solamente quedaría el marco de la puerta. Éste era de forma rectangular de siete metros de largo por dos metros y cuarenta y cuatro centímetros de alto.
De éste último pueblo indígena surge el actual equipo de San Martín de Tucumán.
Aquella bola o pelota fue evolucionando con el tiempo. En época de la conquista española la bola estaba conformada de hule macizo, su bote se debía a la vulcanización del hule, proceso resultante de la mezcla de un 50 % de savia del árbol del hule  con un 50 % del resultado de la molienda de la enredadera coya roldana cococha. Tal mezcla consigue la consistencia perfecta para que la pelota tenga una botabilidad propicia para el juego.  Según los españoles, la pelota parecía tener un hechizo pues nunca habían visto un objeto que botara de esta manera.
Siglos después los españoles se llevarían  a sus tierras varias de estas bolas o pelotas. 
Y no conforme con eso. Comenzarían a llevarse además, a los hombres participante de este juego.
Hacia el 1500, Los Santos, entusiasmados por su gran habilidad para este deporte, se abocaron a la construcción de un campo de juego propio. Una verdadera fortaleza con peldaños alrededor del campo para que su juego pudiera ser observado por los demás miembros de la civilización. Fue tanta la convocatoria de los Santos cuando jugaban, que tuvieron que empezar a cercar el campo de juego. El Cacique Mayor inauguró hacia el año 1512 una verdadera ciudadela con el campo de juego adentro. El diseño final fue tomado de una maqueta llevada por los Cirujs. Los Cirujs eran los seguidores de los juegos de los Santos.
Su fervor y fidelidad en el acompañamiento de sus deportistas fueron reconocidos ampliamente.
Hay que destacar que los Santos no sólo  triunfaron en su campo, aquella ciudadela, sino que también lo hicieron fuera de su terruño en gloriosas epopeyas frente a rivales que parecían más solventes. Siempre se recuerda una legendaria incursión cerca de lo que hoy es el Río de la Plata frente a uno de los representantes de una tribu de los tehuelches llamados bosteros. En aquella ocasión los Santos arrasaron y humillaron al rival.
De los Santos de aquella ciudadela y de sus seguidores los Cirujs es de donde realmente surge el club San Martín de Tucumán. No tiene un origen divino como algunos fanáticos pretenden atribuirle.
Otros hinchas actuales, aún mas supersticiosos, sugieren falsamente que el origen se debe a la lisa y llana fundación de un club social y deportivo un 2 de noviembre de 1909 con libro de actas y esas cosas. Como si realmente se pudiera hacer nacer de la nada a un club tan grande como San Martín  por voluntad de un par de giles.
Esta superstición ha calado hondo en el grueso de la masa y el poco poder de análisis de los cirujas actuales y así como falsamente festejamos una navidad en una fecha arbitraria e inexistente y hasta celebramos un inicio de año en una fecha que se le ocurrió a un emperador romano; del  mismo modo llegamos a celebrar erróneamente una inexistente fundación. Y celebramos con pitos y flautas un acontecimiento falso.
Cuando por fin asumamos de dónde venimos y aceptemos nuestra historia como tal, recién en ese momento podremos comenzar a consolidarnos en primera división y a continuar escribiendo la verdadera historia. Nuestra verdadera historia.
A qué hincha normal se le puede ocurrir que un club tan grande y glorioso , tan amado pueda tener origen en un acto burocrático. No señor...No nos engañemos. La grandeza no se decreta en un acta. La gloria no se firma. 
Seamos grandes de una vez por todas.



sábado, 29 de diciembre de 2018

NOBLEZA DE LEÓN

En mi vida anterior fui un león. No muy feroz a mi entender. Tuve mis propias costumbres cazadoras , mis sabores preferidos y mis preferencias culinarias. Pocas veces incurrí en el canibalismo. Una vez sola recuerdo.Fue porque el cachorro de Amanda  no me dejaba dormir la siesta.
Me enloquecían la cebras y los antílopes jóvenes . También  la jirafa, aunque ésta última, a mí particularmente me resultaba difícil de cazar. Mi rugido era el más potente de la manada . Se oía hasta ocho kilómetros de distancia. Yo rugía para advertir a posibles intrusos o llamar a algún miembro del grupo. Creo haber sido valiente y leal. Por eso siempre me respetaron los lideres de la manada mientras se fueron sucediendo. 
Una vez tuve kilombo con un recién ascendido líder, pendejo insolentón, y ahí nomas decidí irme silbando bajito.
Deambulé en soledad durante largos años. No pasé demasiadas hambrunas y hubo un tiempo que ya no me interesó procrear así que pude ser plenamente feliz. O lo que puede ser feliz un solitario león .
Hay  quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros, hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere cuando fui león era incapaz de imaginar un mundo sin hombres.
Los vi laboriosos y familiares. De manadas pequeñas. Los vi también guerreros y bravos. Los respeté y fui respetado. 
Una vez mientras vagaba por un bosque desconocido se me clavó una espina en mi mano derecha y al encontrar un hombre pastor le supliqué con la mirada que me la extrajera. El hombre, con actitud noble pero con cierto recelo logró sacarme la dolorosa espina. Ambos continuamos nuestros caminos . Yo no lo devoré porque minutos antes ya había comido a otro pastor y a su cría en una aldea cercana y realmente estaba saciado.
Un tiempo después yo caería en desgracia. Otros hombres bravos me cazaron y me confinaron a un anfiteatro. Si bien estábamos esclavizados junto con otros leones viejos, de vez en cuando nos tiraban algún hombre para devorar. Para los humanos que asistían al anfiteatro nuestra merienda constituía un espectáculo mayúsculo.
Un día que los hombres celebraban un final de ciclo , el pastor que me había sacado la espina fue injustamente condenado a ser devorado por las fieras del anfiteatro. Los celadores lo arrojaron eufóricos y la multitud comenzó a enardecerse.
- Este es el hombre que me sacó la espina de la mano! Le dije a mis colegas.
La lealtad del león y su gratitud son reconocidas ampliamente. Hemos sido admirados por nuestra nobleza, valentía y fidelidad. Por eso, mis colegas al escuchar mi súplica se fueron alejando lentamente del pastor desgraciado transformado en presa.Y en un gesto de profunda y honorable renuncia y valor me permitieron que lo devore yo solo. Qué manjar la cabeza por Dios !

jueves, 16 de febrero de 2017

ABUELO

Tres o cuatro veces por semana acudía yo al asilo a visitar a mi abuelo y a leerle libros y cartas. No estaba ciego pero ya no podía leer.Mis padres ya no se ocupaban de conseguirle anteojos para la lectura. "No los necesita" me decían, Lo que más me gustaba de mi asistencia era leerle libros y coincidir con la visita de una novia llamada Marta, que lo frecuentaba todos los sábados.Era menos vieja que mi abuelo y mucho más jovial.
La vieja sonreía como una mujer joven
 y colocaba su mano sobre el brazo de mi abuelo sintiéndose apoyada. Yo disfrutaba de ver cómo él asentía cada intervención de ella, que buscaba de reojo su aplauso. Ella vivía con una hija y dormía en un sillón del living que no abrían hasta que se acostaban hartos de mirar la tele.
--Yo lo que quiero es vivir, respirar--comentaba la vieja--.No estar callada mirando cómo miran el televisor ni pendiente de si la cara de quien me alimenta es mala o buena. Yo quiero reírme a carcajadas antes de que me metan al cajón.
Los viejos estaban realmente enamorados y eso los mantenía lúcidos. Mis padres no le permitían que se casara porque desconfiaban de la mujer. A su vez , la hija de la novia de mi abuelo argumentaba que si se casaban iban a perder las pensiones.
Un verano la vieja se fue con su hija a San Pedro se Colalao, pero le enviaba cartas a mi abuelo, como si lo visitase, una vez por semana.Yo , a pedido de él, se las leía los sábados como si efectivamente se tratara de una visita de la mujer.Sus cartas eran gorjeantes como ella y con mi abuelo nos la imaginábamos gesticular y reir. En marzo mi abuelo recibió una carta con otra letra. Se la leí el sábado siguiente. Firmaba la hija de la vieja y comunicaba que su madre había muerto de repente y había dejado para mi abuelo unos papeles atados con una cinta y una foto , que pronto mandaría por encomienda.El llanto en que rompió mi abuelo. el inmediato desinterés por todo, los sollozos de niño, que traté de calmar como él lo hiciera cuarenta años atrás conmigo, me hicieron cerciorar que el dolor humano tiene infinitas formas, puede llegar a cualquier edad, puede aproximarse sin anuncio previo. Abracé a mi abuelo como si él fuera un niño y yo un viejo. A los pocos días quedó ciego.Al mes,senil.Después ya no era mi abuelo.Lo que queda de él hoy tiene 94 años
.

NIETO

En ocasiones me despierto sobresaltado en medio de la noche. Como regresando de una pesadilla.Supongo que pareceré agitado.Cuando recobro lucidez en lo primero que pienso es en él.Después, después... recién ahí se me figuran las deudas y los dolores. Imagino sus ojos y su mirada y más tarde sueño con tal imaginación. Su mirada es una caricia con un énfasis de encanto. Pensar que pude vivir casi cincuenta años sin esa mirada y sin esos ojos.De alguna forma él me ayuda a mover las piernas, a sentarme, a acomodarme en la cama..Algunas cosas del pasado han desaparecido pero otras nuevas se han instalado sin la más mínima participación de mi voluntad, como esos ojos y esa mirada que de cierto modo salvan a uno. El recuerdo nomas de los ojos y la mirada ya comienzan con el rescate.Seguramente el me ayuda a mover mi mano izquierda. A veces una felicidad que se obtiene puede compensar varias desdichas. Algunas noches viene a visitarme en el sueño.Y es ahí donde él, tan pequeño, se transforma en cómplice y me ayuda un poquito a usar el corazón.

martes, 14 de febrero de 2017

HERMANO

Cuando ingresé a la Casa Quinta divisé a mi hermano Abel recostado en una reposera con una copa de champán en la mano. Estaba rodeado de otros muchachos menores que él. Algunas mujeres muy jóvenes también estaban ahí. Todas eran hermosas. Fumaban porro y escuchaban Aerosmith. Mi hermano les indicaba a los presentes que si estaban muy ebrios no nadaran en la parte profunda de la piscina. Un grupo lo rodeaba y él les contaba un cuento con esa capacidad envidiable de crear historias. Mezclaba Funes el memorioso con algunos relatos que me parecían de Osvaldo Soriano. Increíblemente lo escuchaban con estúpida atención mientras fumaban, bebían champán y nadaban. Me senté en una reposera tipo cama, esas que hay en algunos balnearios de la costa. En el suelo había una minúscula bombacha, unos discos de vinilo, botellas vacías por todo el césped y un par de preservativos usados. Al lado de la piscina una chopera de cerveza artesanal ya vacía y un barril grande con hielo y botellas de champán y vino aún sin abrir. Mi hermano me observó llegar y me saludó con la cabeza. Se alegró notablemente mientras seguía con su narración. Hacía más de un mes que no me veía. De a ratos buceaba entre distintos géneros, cambiaba la estética del relato y lo hacía más referencial. Imaginé que lo hacía porque yo había llegado a la casa. Le ponía su impronta a la exposición, subía con Conti y Walsh hasta la quema de libros en la época de la dictadura. Sentí un poco de pena que quisiera lucirse ante mí.
El éxtasis de la narración es un momento pequeño extraído del tiempo, algo que se suspende en la eternidad. Obvio que algunos de los chicos no entendían de esto y cada tanto nadaban o iban a buscar bebida. Dos mujeres estaban cerca de mi hermano. Percibí que una de ellas era su mujer, por lo menos ése día.
El atardecer parecía alargarse y se demoraba acompasando el relato. Me sobresalté al ver un auto de policía detenido afuera de la casa quinta. Dos oficiales observaron entre los ligustros y al constatar que todo estaba en orden continuaron su marcha. El ruido de la música no era alto para que se pudiera escuchar la narración y además no eran altas horas de la madrugada. Es más, aún no era noche. La claridad se tomaba su tiempo para desaparecer. Todo era lento, difuso como si un viento hiciera transcurrir todo en cámara lenta. Me preguntaba en esos momentos si era oportuno levantarme, acercarme y matar a mi hermano, pero empezaron a cantarle el cumpleaños feliz. Esa cursilería me detuvo, pero aproveché para tratar de juntar odio. Mi hermano besó apasionadamente a la que me parecía era su mujer. Pero luego besó a otra más. Nadie pareció sorprenderse y algunos comenzaron a encender velitas. Aparecieron del interior de la casa dos mujeres en trajes de baño y pareos con una enorme torta de cumpleaños con el número 40 bien grande  y todos pasaron de la lentitud a la euforia. Decidí entonces esperar a que termine la ceremonia de la torta y entonces hablar con mi hermano adentro de la casa.
Un frío pequeño hizo que me metiera en la casa. La enorme cocina estaba desordenada aunque no había nada para comer. Sólo cajas de pizzas vacías y latas de energizantes. Lo único comestible estaba afuera y era la torta. Una mujer muy joven me preguntó precisamente si quería comer una porción. No le contesté. No podía emitir palabras. Con la mirada me preguntó si quería pasar a alguno de los cuartos. Con la mirada le respondí que no. Desde el patio comenzó a entrar la música nuevamente. Alguien puso Fito Paez, uno de sus discos famosos y movidos. En ese momento visualicé la muerte de mi hermano.
La mente es un laberinto lleno de misterios. Algunos  indescifrables. En ese instante recordé cuando mi viejo nos llevó al médico a los dos, hacía como treinta años. A mi hermano por una angina y a mí por un dolor de oídos acompañado de zumbidos. Aquél día mi hermano se burló de mi dolor. Odié a mi padre por habernos llevado a los dos juntos. El zumbido nunca se fue del todo. A veces reaparece.
Las palabras de Ponce me zumbaban en ese momento adentro de la cabeza. Yo le había dicho a este contador de la fábrica que mi hermano era además mi amigo. Siempre lo fue, le dije. Siempre lo será. No me pudo haber cagado. Los amigos no te cagan. Ponce había coincidido conmigo. Eso es cierto, tu mujer te puede cagar, tu jefe. Tus empleados te pueden cagar, tu socio. Pero un amigo no. Esas fueron las palabras de Ponce.
La joven que me había ofrecido torta me habló nuevamente. Esta vez con el escote agrandado y con la mirada más insinuante. –Dice tu hermano que me lleves a uno de los cuartos y veas lo que te estabas perdiendo.
Me vi reflejado en el espejo de sus ojos claros. Tan bella y tan joven era esta mujer. Quizás menos de veinte años. Pude por fin hablar. -Si mi hermano terminó de contar su cuento, ¿le podes decir que venga? Tantee el arma en mi espalda, cerca de la cintura. Ahí estaba el matagato calibre 22, sólo con dos balas. Nunca  imaginé que la hipocresía habitara en mi hermano. Jamás. Y no podía tolerarlo. Conjeturé que con tanta inteligencia y tanta capacidad de hacer historias, tendría que haberse tomado el trabajo de planificar la mentira. Tendría que haber previsto las consecuencias. No podía yo soportar tanto desdén y desinterés por parte de mi amigo y hermano. Más me dolía que me haya tomado de imbécil, que se haya apoderado de cosas mías. Si te cagó nunca fue tu amigo, dijo Ponce. Fue tu hermano nomás.
La otra vez que fuimos juntos al médico fue durante el trasplante. Fuimos a una clínica en realidad. Un riñón mío era el único compatible con el organismo de Abel. Si bien había tiempo para seguir esperando un donante, al cumplir mi mayoría de edad decidí ahorrarle sufrimientos a mi querido amigo y hermano y le obsequié mi órgano. Realmente no me costó nada. Hasta me pareció un ejercicio del deber ser, aunque muchos lo vieron como un gesto altruista de mi parte. La operación fue un éxito y los dos vivimos perfectamente con un riñón cada uno. Incluso jugando en el mismo equipo de rugby.
-“Te voy a hacer ver algo pichón. Dijo mi hermano mientras ingresaba en la cocina”. Estaba hermoso, apuesto, la piel bronceada. Fuimos al living y me mostró un cuadro de una mujer desnuda. Me quedé unos minutos observando la obra de arte y luego a mi hermano. Algo quería decirme…
-¿Sabés quién es, pichón?
- Parece la mina que está afuera. Es muy bella.
- ¡Exactamente!. Es mi mujer. Pero eso no es todo. No te fijaste atrás del cuadro. Mirá: Firmado por Jan Van Steen, pintor holandés. Este cuadro está valuado en diez mil euros.
- Siempre me pregunté eso. El momento en que uno se hace boludo. El día en que el rico comienza a delirar. Porque ahora nosotros somos ricos. Èramos gente normal…íbamos al Colegio Privado con gente casi normal como nosotros. Vacaciones en las sierras de Córdoba. A veces viajábamos en avión. Jugábamos al rugby…pero uno empieza a ganar guita y se trastoca. Hace estas fiestas por ejemplo. Se hace el Borges.  La gente normal no hace estas fiestas, en serio. No tiene un cuadro de la jermu en bolas pintado por un pintor holandés. Ah…y valuado en diez mil euros. ¿Cuánto habrá que ganar para convertirse en pelotudo?¿Un millón?
-¿Qué pasa hermano? Algunos no hacen pintar cuadros, es cierto. No tienen esa sensibilidad…Algunos se compran una 4 x 4, como vos. Debe costar lo mismo que el cuadro más o menos. Pero cada día va perdiendo valor. Los cuadros, por el contrario, aumentan con el paso del tiempo.
- Estuvimos haciendo el balance con Ponce. Vi la transferencia de Sime S.A. la empresa que tenía el viejo. Siete palos. Mitad para cada uno. Pero lo llamativo es que esa transferencia se hizo hace 4 años. Te gastaste tu guita y la mía…Vi además que te declaraste en quiebra. Por lo menos, tu parte…O sea no tenés un mango. Mi plata tampoco la tenés supongo. Me cagaste, parece.
-Todos nos parecemos un poco a la imagen que tienen de nosotros. Pero, también, digo… todo se puede solucionar.
En ese momento le mostré el arma a mi hermano. El se rió. Sentí un poco de lástima pero de todas formas gatillé dos veces. Sólo una de las balas impactó en su frente, muy arriba. La otra pegó en la pared. Casi no hubo ruido. Ninguno de los presentes escuchó las detonaciones del arma ridícula. Mi hermano se tocó la frente y emitió un sonido extraño. Me miró incrédulo. Luego imploró ayuda con la mirada. Finalmente cayó desplomado en la alfombra roja. No vi tanta sangre. Tampoco percibí olor a pólvora. Solamente observé que se movía. Eso me tranquilizó. Quería que terminara de morir afuera de la casa.
Mientras todos reían y bailaban “A rodar la vida” de Fito Paez, ingresé la camioneta y cargué a mi hermano en el asiento del acompañante. En menos de diez minutos llegamos al descampado por donde el camino de tierra se cruza con las vías del tren. Ahí lo dejé cubierto con unas ramas y una frazada que había preparado para la ocasión. Regresé a la casa a buscar cigarrillos, pero no encontré. La mujer joven que se me había ofrecido junto con la porción de torta me dio unos porros y un encendedor. Aproveché para decirle nuevamente que le dijera a mi hermano que yo lo esperaba en la cocina. Salí al patio y a dos o tres más les pregunté por mi hermano. Un muchacho, el menos ebrio, me dijo que quizás había ido a comprar algo al pueblo.
Retorné a toda prisa en medio de la noche al lugar donde esperaba mi hermano, o su cuerpo. Yo rogaba que aún estuviera vivo. Lo arrastré hasta las vías y lo tendí convenientemente. Recién en ese momento pude relajarme y me fumé uno de los porros como se fuma un cigarrillo. Al rato el tren lo dejó sin cara, que era lo que yo quería.
Retorné una vez más a la casa y esta vez consideré apropiado poseer a la mujer que me había ofrecido la torta y su cuerpo. Bebí, fumé otro porro y me dormí junto a ella.
A la mañana siguiente muy temprano, la policía irrumpió en la casa. Eran varios oficiales pero pude reconocer a los dos que el día anterior habían mirado a través de los ligustros. Justo esos dos fueron los que vinieron a detenerme.
-¿Qué pasa Caín?¿Qué pasa? Escuché hablar a la joven mujer mientras me esposaban y me leían los derechos.

martes, 18 de octubre de 2016

UN NIÑO Y SU MADRE...

En el tiempo de cumplir mis 6 años, creo que nada nos unía tanto como mirar algo juntos, mucho más que mirarnos vos a mí y yo a vos...
Y entonces mientras caminamos por esa plaza y por aquél verano, los dos distinguimos a ése hombre alto que se acercaba y caminaba hacia nosotros dejándose observar.
Recuero que siempre, al cruzar las calles, apretabas mi mano con más fuerza. Eso mismo hiciste esa tarde a medida que el hombre se acercaba.
Más se acercaba, más apretabas mi mano. Casi que 
te digo que no era necesario que me apretaras la mano, porque no había ninguna calle en medio de la plaza. pero el hombre habló primero, Me miró, sonrió y dijo: 
- Es igual a él.
Ahí fue cuando más apretaste mi pobre mano y creo quedó traumada para toda la vida. Aún hoy me cuesta moverla en plenitud.
Hablaste dos frases más con el hombre y se alejó lentamente. Te pregunté quien era.

-Una sombra , me dijiste . Tu rostro de pronto se había puesto más joven y recién entonces aflojaste mi mano.
Haber visto juntos a ese hombre nos unió más que nada en el mundo.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

EL OTRO FIN

Esta luna antes me recordaba a zambas.
El crater Clavius fue finalmente el lugar elegido para la construcción de la base, después de  varias discusiones entre la Comisión de Actividades Espaciales y las cámaras de senadores y diputados. El debate técnico le había dado paso a la discusión política, pero al final, casi por unanimidad se había acordado la instalación de la primera estación argentina en uno de los cráteres más grandes de la superficie lunar. Este cráter cuenta con un diámetro de 225 kilómetros y alcanza una profundidad de casi 3500 metros.
Tres habían sido las posiciones. La oposición quería poner la base en el cráter Clavius. El oficialismo afuera del cráter Aristarco en el borde sudeste de la meseta de Aristarco, un área elevada que contiene varios elementos volcánicos. Pero la intención era instalar todos los pertrechos afuera del cráter. Finalmente una tercera opinión había llegado a hacer tambalear el proyecto de estación lunar. El bloque de izquierda argumentaba que en el país quedaban aún pueblos sin cloacas, sin infraestructura y con muchas carencias como para encarar un proyecto espacial inútil y oneroso.
La solución había llegado desde las empresas petroleras privadas que aportarían casi el ochenta por ciento de los gastos de la misión. Chevrón, Barrick entre otras. Bastante se habían beneficiado con los gobiernos de turno así que ahora su aporte era bien visto por todos los sectores.
Al iniciarse el proyecto espacial éramos once los astronautas en todo el país. Hoy habrá dos o tres más.Solamente viajaríamos dos. Obviamente yo por ser el más veterano con ocho misiones espaciales y  un viaje anterior a la luna. El otro tripulante iba a surgir de la ardua y difícil selección final entre Amaya y Fierro, ambos jóvenes con grandes capacidades y perfecto estado físico y de salud pero con características diferentes. Amaya era ingeniero espacial, pampaeano. Una inteligencia superior a mi modo de ver, pero con una personalidad retraída; había completado su instrucción en la Nasa y como estudiante poseía récord de excelentes notas. Le decían el Negro. Era personal civil del proyecto y había sido sugerido por varias de las empresas privadas que aportaban para la misión. Su padre ya había trabajado en varias cuestiones espaciales desde la época del desmantelamiento de los Arsat 1 y 2. Fierro provenía de la Fuerza Aérea y era el mejor piloto del país. Venía de algún lugar perdido de la provincia de Buenos Aires. Era un gaucho aviador. Toda su familia había formado parte de la fuerza. Su abuelo materno había participado en Malvinas interviniendo en el hundimiento del HMS Coventry el 25 de mayo de 1982. Su padre era Brigadier  General y siempre sonaba como futuro jefe del Estado Mayor Conjunto. Pero Fierro se diferenciaba y distanciaba de su familia. Vivía austeramente en el campo. Allí encontraba la paz que le daba el temple necesario para después surcar los cielos.
Finalmente la durísima elección recayó en Amaya y el 16 de octubre de 2026 partimos desde la base aeroespacial Kuourou de Guayana Francesa. Nuestra Nave el CONDOR 001 fue construida íntegramente en Argentina y se invirtieron 921 millones de dólares para su construcción. Asimismo se invirtieron 167 millones de dólares adicionales en protección de los orbitales, ingeniería de desarrollo, estaciones terrenas, software, seguros y la puesta en el espacio. En la luna instalaríamos una mega antena y un telescopio. El área de cobertura de la mega antena, también llamada CONDOR 001 sería todo el territorio nacional, incluyendo las Bases Antárticas y las Islas Malvinas. También abarcaría Chile, Uruguay y parte de Brasil.  Alcanzaría las zonas que en el pasado no tenían cobertura porque los operadores privados no las consideraban atractivas económicamente. A partir del CONDOR 001 en estos lugares sólo se requerirÍa una pequeña antenita para recibir servicios de telecomunicaciones. Construiríamos además una especie de casa, con todas las comodidades, incluso con baños químicos. Esta construcción sería llamada habitáculo. Cada habitación del habitáculo sería llamada módulo. Si bien habíamos partido de Guayana, nuestro centro de monitoreo y referencia estaba instalado en Ezeiza, a pocos metros del Aeropuerto. Se habían invertido 42 millones de dólares para la construcción de esta base. Trabajaban 191 personas.
Con Amaya nos las ingeniamos para traer algunos elementos de contrabando. Por ejemplo cuatro botellas de caña, dos vasitos de vidrio, dos ponchos, un cencerro,  un facón, algunos libros, aunque en las computadoras estaba toda la literatura universal, una mermelada  y un pendrive con música y fotos familiares.
Al llegar a la luna por segunda vez, esta vez acompañado, comprendí lo que era la emoción humana en estado eufórico. Y supe que hasta personalidades tan retraídas como la del Negro Amaya pueden sentirla. 
--Ezeiza, Ezeiza. Aquí CONDOR 001. Amaya habla…Alunizaje perfecto. Todo un éxito. Todo un éxito. ¡Viva la patria carajo ! ¡¡La pucha que vale la pena estar vivoooo!!
Hice notar a Amaya lo trillado de la última frase. El me guiñó un ojo y me preguntó si acaso el tema de bases en la luna no era algo trillado también. Parecía desbordar de felicidad.
En menos de 48 horas pusimos un piso plástico desplegable, construimos el habitáculo con  tres módulos y un baño químico e instalamos el sistema de aire y oxígeno para poder respirar sin casco dentro del habitáculo. Después acomodamos ciertos pertrechos en cada módulo. Los catres eran muy cómodos. Hasta instalamos un mostrador como en las pulperías y pusimos allí las botellas de caña y los dos vasitos de vidrio. El facón también fue colocado ahí. La alegría del Negro era desbordante. Puso música a todo volumen. Algo del Pampa Oberá y después Atahualpa. Terminamos bailando una milonga con los ponchos puestos. ¡Si usté no ha estao por aquíno sabe lo que es el viento! Tierra para estar de pie con las vigilias del tiempo. A veces, entre los cardos, se va desangrando el suelo.¡Y un llanto de sangre y sal le llora su río muerto!
El día cuatro de nuestra misión lunar era el día previsto para iniciar la instalación de la mega antena. Me desperté débil y con dolor de cabeza. Algo no habitual en mí. Tenía dificultad para ver con mi ojo derecho. Le dije a Amaya que me dejara descansar un rato más. Soñé con una llanura pampeana. A la hora se adormecieron mi pierna y mi brazo derecho. Quise llamar al Negro pero me salió un grito amorfo y seco.
--- Respirá Luna, dale…Jadeá como si fueras a parir, dale…
Yo trataba de hacer lo que me pedía Amaya. Un sentimiento extraño es adivinar algo que uno no quiere adivinar. Las pulsaciones de mi corazón se aceleraron. Más por miedo que por cuestiones físicas. En ese instante preciso creo que perdí el habla. Entonces comencé a pestañar y a guiñarle un ojo al Negro.
--- Bueno, bueno Luna…A ver. Sonreí. Otra vez, sonreí.
Supongo  que apenas una mueca hacia la izquierda es lo se movió en todo mi rostro. Los latidos pasaron a ser un galope que podía oírse.
--- ¡Levantá los brazos!.¡ Los dos, Luna, los dos!
Creo que en ese momento Amaya percibió que algo grave ocurría. Su rostro era el de haber descubierto un acontecimiento que pudo haber estado en los planes, pero que no tendría que pasar. Me acomodó en el catre, de costado. Improvisó algunas almohadas. Me tapó con uno de los ponchos; el de lana de oveja. Miró hacia mí asintiendo con la cabeza. Finalmente colocó el cencerro en mi mano izquierda, la que podía mover.  Suspiró. Luego se comunicó con Tierra.
---Ezeiza, tenemos un problema.
---Aquí Ezeiza. Repita, por favor.
---Hemos tenido un problema aquí.
---¿Una baja de tensión?
--- No, no. Luna sufrió un a c v, o algo por el estilo. Está inmóvil y sin habla. Solamente mueve el brazo izquierdo y pestañea.
--- Ok, CONDOR 001, copiado. Empezaremos a trabajar en eso. Fuera.
Cuatro horas más tarde Amaya me leyó las instrucciones que nos habían mandado por escrito a la computadora. Debíamos abortar la misión. Amaya iba a monitorear los acontecimientos desde uno de los módulos y a recibir información. Iban  a venir a buscarnos para llevarnos de regreso a la Tierra. Una misión con un solo tripulante partiría en unas semanas. Solamente deberíamos esperar.
Dos días habían pasado y el Negro acomodó mi catre al lado de una escotilla de modo que yo pudiera ver el paisaje lunar. Yo me resistía a observar la computadora. Podía manejar muy bien la notebook sobre mi pecho y clickear con mi mano útil. Pero me negaba. Me estaba deprimiendo. Las noticias me llegaban a través de Amaya. Para consolarme me dijo que éramos famosos. Nuestros nombres estaban en los diarios de todo el mundo. Hasta una misión de Corea del Norte, que estaba poniendo satélites en órbita, se había ofrecido a rescatarnos.
Al mes de estar paralizado hice sonar el cencerro llamando a Amaya. El Negro adivinó mis intenciones y me sirvió una caña. Fue lo mejor de la espera lunar. Ese mismo día descubrimos unos programas para hacer música en la computadora.
El Negro me contaba sus días de post grado en la Nasa. También sus aventuras en La Pampa, en la estancia de un tío que le hacía escuchar milongas y huellas.
Esperar debe ser el peor de los castigos. Un infierno con llamas ya está muy imaginado. Pero un infierno donde sólo haya que esperar no estaría mal como tortura.
El día 48 de nuestra estadía en la luna, el Negro se puso en pedo con una de las botellas de caña. Embriagado, me hizo dos revelaciones. Nunca había estado enamorado y Fierro había matado a su hermano en un simulacro de combate. Le había disparado desde el avión mientras huía corriendo. En el juicio nunca se pudo probar la culpabilidad de Fierro. Lo sobreseyeron.
En mi pecho, el reloj de sangre medía el temeroso tiempo de la espera. Desde mi escotilla, un día pude apreciar un bello atardecer. El ocaso astral me refirió a mi propio ocaso.
El día 55 de haber llegado a luna recibimos la noticia de que era imposible alunizar otra nave dentro del cráter Clavius. Las cuestiones eran técnicas , geográficas y de seguridad. Amaya también agregó que podían existir cuestiones económicas. Las indemnizaciones por dos tipos muertos en horario laboral eran notablemente inferiores a una misión de rescate.
El día 60 otra vez Amaya se embriagó. La porfiada rutina no parecía exasperarlo. Amaya esperaba y esperaba. Pero aquél día percibí cierta agustia.
---Luna, enseñame a manejar ese cohete espacial de mierda y yo te llevo de regreso. Allá en La Pampa te enseño a andar a caballo...Me podrías enseñar con señales o escribir en la compu con tu mano izquierda.
No era una desesperación grande. Pero era una desesperación en el espíritu del Negro. Tiene edad para ser mi hijo , pensé.
El día 71 Amaya me comunicó que una misión de rescate con una sola persona estaba en camino. La nave se asentaría a diez kilómetros del borde del cráter y desde allí saldría un vehículo de doble tracción que por la superficie lunar vendría a nuestro encuentro. Descendería por una de las paredes menos empinadas del cráter. El rescatista había estado practicando en este vehículo lunar por más de un mes en la provincia de San Luis en terrenos con características similares al suelo de la luna.
Por fin llegó el día 73, el día prefijado para la llegada de nuestro hombre. Alunizaría cerca de las cuatro de la tarde y se calculaba que en una hora más estaría en nuestro habitáculo.El mediodía de aquél día tomé caña y dormí.
Desperté de la siesta. Del otro compartimento del habitáculo llegaba el rasgueo de guitarra, una suerte de pobrísimo laberinto que se enredaba y desataba infinitamente en la computadora de Amaya. Un programa para ordenador personal con voces de guitarras. Los parlantes de última generación le daban un aspecto de sonido casi real, como si efectivamente fuera una guitarra real. Lástima la poca de pericia del Negro.
Recobré poco a poco la realidad, las cosas cotidianas que ya no cambiaría nunca por otras. Miré sin lástima mi cuerpo inútil, el poncho de lana ordinaria que me envolvía las piernas. Tengo un encierro adentro del encierro pensé. Afuera, más allá de la escotilla, se dilataban la planicie y la tarde; yo me había dormido una siesta larga, pero aun quedaba mucha luz en el cielo. Con mi brazo izquierdo tanteé hasta dar con el cencerro de bronce que había al pie del catre. Una o dos veces lo agité; del otro lado de la puerta de mi módulo  seguían llegándome los modestos acordes de Amaya. Siempre supe que el Negro había tenido pretensiones de cantor y que había desafiado a otro cantor de bolichongos a una larga payada de contrapunto. Vencido, había  seguido frecuentando los bares y pulperías, como a la espera de alguien. Incluso ya instalados en la luna se pasó las horas de los últimos 30 días con la guitarra virtual, pero no había vuelto a cantar; acaso la derrota lo había amargado. Los astronautas y demás gente en tierra ya nos  habíamos acostumbrado a este hombre inofensivo. Nunca me olvidé de aquél contrapunto, ya que yo mismo ví a Amaya salir perdidoso un día de franco en un bar de Balvanera en tierra firme. A fuerza de apiadarnos de las desdichas de los héroes de la novelas y de los cuentos terminamos apiadándonos con exceso de las desdichas propias; no así yo, perdido en medio de la nada, o de la luna, que acepto  ésta parálisis como antes acepté el rigor y las soledades terrestres. Habituado a vivir en el presente lunar, como los animales, ahora miraba el cielo y pensaba que el cerco rojo de la tierra era señal de lluvia. Después recapacité que en este satélite natural nunca llueve ni lloverá jamás.
 La luna, bajo el último sol, era casi abstracta, como vista en un sueño. Un punto se agitó en el horizonte y creció hasta ser un vehículo lunar, que venía, o parecía venir hasta el habitáculo.  Ví el casco con la bandera argentina, un largo poncho oscuro, el vehículo color azul, pero no la cara del hombre, que, por fin, descendió del móvil y se acercó caminando los 40 metros que lo separaban de nosotros. Ahí perdí el ángulo de visión, pero lo oí entrar con paso firme. Una vez adentro, se sacó el casco.
Sin alzar los ojos de la computadora, donde parecía buscar algo, el Negro dijo dulcemente:
—Ya sabía yo, Mayor, que podía contar con usted.
El otro hombre sonrió, con voz áspera, replicó:

—Y yo con vos, Amaya. Una porción de días te hice esperar, pero aquí he venido.¿Luna vive aún?
Hubo un silencio. Al fin, el Negro respondió:

—Me estoy acostumbrando a esperar. Casi que mi vida es  solamente espera. He esperado sies, no…siete años.
El otro explicó sin apuro:

—Más de siete años pasé yo sin ver a mis hijos. Los encontré un día y no quise mostrarme como un hombre que anda a los balazos desde un avión. ¿Luna sigue vivo?
En ese momento hice sonar el cencerro. Fierro entonces desempacó algunas cosas de una valija de acero-
—Ya me hice cargo —dijo el negro—. Espero que haya dejado a sus hijos bien, con guita y con salud.
Fierro, que se había sentado en el mostrador, se rió de buena gana. Se sirvió  una caña y la paladeó sin concluirla.
—Creo que les di buenos consejos —declaró—, que nunca están de más y no cuestan nada. Les dije, entre otras cosas, que el hombre no debe derramar la sangre del hombre.
Un lento acorde precedió la respuesta de Amaya:

—Hiciste bien. Así no se parecerán a nosotros.
—Por lo menos a mí —dijo Fierro y añadió como si pensara en voz alta

—Mi destino ha querido que yo matara y ahora, otra vez, me pone el cuchillo en la mano. Lo traje encanutado desde la Tierra. Ahora lo usaré.
Amaya, como si no lo oyera, observó:
—Con el otoño  lunar se van acortando los días.
—Con la luz que queda me basta —replicó el otro, poniéndose de pie.

Se cuadró ante Amaya y le dijo como cansado:
—Dejá en paz la guitarra virtual, que hoy te espera otra clase de contrapunto.Y no le tengo miedo a ese facón gigante que tenés.

Los dos se encaminaron a la puerta del habitáculo. Amaya, antes de salir, la dejó abierta y murmuró:
—Tal vez en éste no me vaya tan mal como en el primero.
El otro suspiró; luego contestó seriamente y con serenidad.

—En el primero no te fue mal. Lo que pasó es que andabas ganoso de llegar al segundo.
Se pusieron los cascos, se ajustaron sendos equipos de astronautas y luego se alejaron un trecho del habitáculo, caminando a la par. Un lugar de la luna era igual a otro y la tierra resplandecía allá en lo alto. De pronto se miraron, se detuvieron y Fierro se quitó las botas. Ya estaban con el poncho en el antebrazo, cuando  Amaya  le habló por radio interna:

—Una cosa quiero pedirte antes que nos trabemos. Que en este encuentro pongas todo tu coraje y toda tu maña, como en aquel otro de hace siete años, cuando mataste a mi hermano.
Acaso por primera vez en su diálogo, Martín Fierro oyó el odio. Su sangre lo sintió como un acicate. Se entreveraron y el acero filoso rayó y marcó el casco de Amaya.

Hay una hora de la tarde en que la luna está por decir algo; nunca lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo entendemos pero es intraducible como una música… Desde adentro del habitáculo a través del vidrio  de la escotilla, ví el fin. Una embestida y Amaya reculó, perdió pie, amagó un hachazo a la cara y se tendió en una puñalada profunda, que penetró en el vientre. Después vino otra que no alcancé  a precisar  y Martín Fierro no se levantó. Inmóvil, Amaya  parecía vigilar su agonía laboriosa. Limpió el facón ensangrentado en el polvo  lunar y volvió al habitáculo con parsimonia, sin mirar para atrás. Sin expresión en el rostro. Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie. Mejor dicho era el otro: no tenía destino sobre la luna y había matado a un hombre.

Supongo que pronto moriremos de inanición aquí, perdidos en medio del cosmos…o de la nada.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

ME VOY A PUNTA ALTA


Para mis manos, alcanzan tus pechos;
pero duermes como niña
entonces, lleno mis ojos de vos.
Tu cuerpo claro y largo inunda mi vista
mientras la lenta primavera sube...
y se instala en la ventana.
Aún no está el tatuaje en tu pecho
ni los dolores del adentro.
Vendrán, no te ilusiones. Vendrán...
Yo debo irme. Y dejar tanta lasciva belleza
¿Cómo he de hacer para irme?
Si aún siento nuestras piernas enredadas.
Aún está tu zapato sobre el mío.
Todavía está tu aliento con mi aliento
y todavía mi jugo dentro tuyo.
Tendré que irme de todos modos.
Antes despedirme de tus pies;
de tu dedo flaco más largo ...
del desastre de tu pelo...
del piquito que hace tu boca.
Me voy y una mirada última te saluda
tengo el impulso de despertarte
pero no lo hago, no lo hago...
temo que se escapen, que se vayan
esos pájaros que duermen en tu alma.

lunes, 5 de octubre de 2015

Volver (Homenaje a Violeta)

Me voy enredando...
Nuevamente la lluvia, que todo lo restaura
el auto al margen de este mundo...
Brota el jazmín y decifro signos;
y se mezclan la fría humedad de afuera
con la promiscua humedad de adentro...
En el asiento de atrás y en ese instante fecundo
los cincuenta se transforman en diecisiete.
La luneta transpirada y tu espalda empañada.
y al unísono el grito de Violeta en el estereo con tu grito.
Se van enredando, enredando.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

TU MANO Y MI MANO JUNTAS


Tu mano y mi mano juntas...
Y llevarte y traerte ; y amarte y soltarte...
Años largos llevas de vivir dentro de mí...
vos y tus recuerdos me habitan...
tardes merecidas por la pena,
acompañarte, contemplarte, desencantarte
Noches esperanzadas de mirarte,
de llegar de lejos a estar con vos.
Sólo para sentirte, para verte dormir
Días de vivir nada más que por vos.
Vos y yo en todo el universo y alrededores
y a veces... mi amor inagotable.
Pero bueno; parece que existen cosas más.
Inventaron eso de que hay que quererlos a todos por igual.
Nunca reparé en esa fantasía,
menos aún en aquellos días eternos
donde literalmente corrías para abrazarme.
días de colitas para el pelo y hebillas.
Tu mano y mi mano juntas...
Y llevarte y traerte ; y amarte y soltarte...
La prolijidad de tus cuadernos
tu perfume, la perfección de tus pelo.
La sonrisa de tus ojos, las miraditas chistosas,
obvio van haciendo que te prefiera.
Estar con vos o no estar con vos
fue la medida de mi tiempo
A upa en mi regazo respirando tu aliento
o viéndote cocinar en tu pobreza.
Un librito, un viaje, unos dolores;desencuentros.
La salida de la escuela.Cambiar de religión por vos.
Hacerme vegetariano.Un gatito en el veterinario.
Llevarte en el auto a la casa de tu novio.
Verte feliz, verte amar, verte sufrir, verte partir.
Padecer tus desamores.Maravillarme con tu hijo.
El sonido del nombre tuyo me delata.
y me late tu presencia en todo el cuerpo
Tu mano y mi mano juntas...
Y llevarte y traerte ; y amarte... y soltarte.